viernes, 3 de octubre de 2008

Topicazos

Voy a empezar por retractarme: no sólo no estoy arrepentida de haberme matriculado en italiano sino que estoy encantada por muchos motivos que ahora no procede enumerar (ya lo hago en el blog golfo).
Es cierto que me encantan los idiomas, no por sí mismos sino por el efecto mágico que me produce el poder comprender lo que dicen otras personas que hablan -y en consecuencia piensan- de manera diferente.
En la polémica ya tan antigua sobre si lo primero fué el pensamiento o el lenguaje, no me defino porque me parece una estupidez: uno no puede ir sin el otro. Pero lo que sí llevo claro es que el lenguaje modula y modela el pensamiento, pese a que influyan otros factores culturales que en este momento no voy a mencionar por falta de tiempo -y ganas-.
Nuestra concepción del mundo no sólo depende de nuestras experiencias personales, de la transmisión cultural recibida y otros factores similares, también del lenguaje aprendido, transmisión cultural al cabo, y de las mas fundamentales.
Sin pretender dar clases magistrales dado mi escaso conocimiento idiomático, sí que he encontrado algunos ejemplos comparativos que dan que pensar.
En nuestro idioma, el haber establecido los verbos auxiliares SER y ESTAR, hace concebir las acciones y los estados de manera diferente: sencillamente lo que ES tiene un carácter permanente e inmutable. Lo que ESTÁ es o puede ser temporal, transitorio. Esto no sucede en otros idiomas en los que se usa un solo auxiliar, dejando una ambigüedad que no veo claro cómo es resuelta. Y así múltiples ejemplos que podríamos reseñar pero que no hacen al caso.
Respecto de las ideas viene a suceder lo mismo: también funcionamos con rígidos patrones cognitivos en cuanto a estructura de funcionamiento y contenido: son los llamados tópicos y prejuicios. Hay quien atribuye su existencia a economía cognitiva, otros a la histórica rivalidad entre grupos diferentes y mil teorías mas... y que seguramente tengan su parte de razón, aunque lo fundamental es que nos invaden a todos, por mucho que intentemos combatirlos, pero nos delatan en los momentos mas insospechados o cuando no nos queda mas remedio que encarar nuestra realidad crudamente y sin parapetos.
No voy a negar que poseo estos vicios, seguramente mas que a muchas personas, y que a veces siento xenofobia -no racismo: el color no me importa, sí la cultura, creencias, etc.- pero diré en mi descargo que pese a todo, también lo reconozco y es una parte de mí que detesto profundamente, intentando combatirla no sólo intelectualmente sino de la manera que verdaderamente arraiga: conociendo gente de otros lugares y relacionándome con ellos limpiamente, de persona a persona, ESCUCHANDO aunque no comprenda su idioma, intentando ponerme en su piel -sus zapatos, que dicen los ingleses-. Y esta es una de las experiencias mas gratificantes que he vivido a lo largo de mi vida: hacerme consciente en algunas ocasiones de que, pese a todas las diferencias, siempre encuentro afinidades, pero de las importantes de verdad: que la diferencia es mas aparente que real, que finalmente somos mas iguales de lo que nos gusta reconocer y que donde quiera que vayas encontrarás gente diversa: alemanes creativos, españoles cuadriculados, italianos ordenados, franceses limpios, escoceses generosos, andaluces trabajadores, manchegos cariñosos, árabes respetuosos hacia otras culturas... y esa experiencia me parece que es trasmitida al otro, al diverso, que a su manera también la vive.
Decía al principio que estoy encantada con haberme matriculado en italiano. Esta ha sido mi última experiencia de esta naturaleza: la profesora es italiana y no tiene nada que ver con mi prejuicio sobre las italianas -todas ellas Anna Magnani bien enfadadas-. Es calmosa, correctísima, respetuosa, habla en voz muy bajita... y hace comprender el porqué de las diferencias idiomáticas y otras.
La maravilla de la experiencia es sentirla tan diferente, tan igual...

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